La energía es el “combustible” necesario para el crecimiento económico y la mejora del bienestar.  La energía eléctrica es la que hace funcionar las fábricas y nos permite disfrutar de un ambiente confortable en nuestros hogares mediante la calefacción y el aire acondicionado. Por eso, todos los países donde crece la economía registran también un aumento de su consumo energético.

Existen evidencias científicas de que el acceso a la energía moderna, como la electricidad, impulsa el crecimiento económico y progreso humano. Esto se debe a que la disponibilidad de energía tiene un efecto directo sobre la productividad, la salud, la educación, el abastecimiento de agua potable, los servicios de comunicación, y una larga lista de beneficios y servicios.

Por este motivo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP, siglas en inglés), utiliza el Índice de Desarrollo Humano (IDH) como indicador para medir el nivel de desarrollo de un país o región, asignando un valor en una escala entre el 0 y 1, siendo el 1 el ideal. Para determinar el IDH se calcula el promedio simple de los siguientes tres indicadores:

  • expectativa de una vida larga y sana (basada en la esperanza de vida al nacer);
  • educación (basada en la tasa de alfabetización de adultos y la matriculación combinada en educación primaria, secundaria y superior);
  • y el nivel de vida (medido por el producto interno bruto per cápita y la paridad del poder adquisitivo en dólares americanos).

En la figura se representa el Índice de Desarrollo Humano (IDH) frente al consumo de energía primaria per cápita en algunos países. Los datos para se han tomado de la ONU y de la Agencia Internacional de la Energía. Este gráfico muestra que hay una relación directa entre el consumo de energía y la calidad de vida de la población de los países. Sin embargo, una vez alcanzado un cierto valor del índice IDH, a medida que aumenta el consumo per cápita ya no se produce una mejora significativa del índice, como se observa en los países más ricos representado.

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En la última edición de 2019 del  informe “Renewable Energy and Jobs” que publica anualmente la agencia internacional de las energías renovables IRENA, se indica que el despliegue internacional de las energías renovables ya da empleo a 11 millones de personas, con un crecimiento superior al 50% en los últimos 7 años.

Las energías renovables van a seguir creciendo hasta convertirse en protagonistas de la cobertura del crecimiento de la demanda de energía a nivel mundial. Así lo adelanta el informe “World Energy Outlook” de la Agencia Internacional de la Energía en 2019, donde, considerando el escenario de las políticas energéticas anunciadas por los países para los próximos años, la demanda de energía mundial aumentará un 1% anual hasta 2040. Las fuentes renovables, lideradas por la energía solar fotovoltaica, suministrarán más de la mitad de este crecimiento, y el gas natural, impulsado por el aumento del comercio de gas natural licuado (GNL), representará otro tercio. La demanda de petróleo se estabilizará en la década de 2030, mientras que el uso del carbón se irá reduciendo.

El impulso de las tecnologías renovables deberá apoyarse en el uso de los combustibles fósiles para sostener el crecimiento de la población y la expansión de la economía mundial. Esto supondrá una desaceleración del aumento de emisiones de gases de efecto invernadero. Con estas previsiones se pronostica que el mundo alcanzará los objetivos de sostenibilidad previstos en 2040.

Aunque la demanda de energía crecerá a un ritmo lento en los próximos años, se van a producir algunos cambios en la estructura de consumo energético mundial. Entre los distintos tipos de energía primaria, el consumo de electricidad se va a incrementar notablemente por la creciente electrificación de la sociedad, tanto por la introducción progresiva de los vehículos eléctricos como por el aumento de tecnologías eléctricas al servicio del hogar y la industria. Por el contrario, el petróleo y el carbón irán viendo reducida su cuota en la demanda mundial, aunque, mientras el gas natural está ganando protagonismo en este nuevo escenario.

El futuro apunta claramente a la electricidad como principal vector energético, con la esperanza de que las energías renovables cubran toda la demanda de energía de nuestro planeta.

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